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jueves, 5 de julio de 2012

Bambamarca y Conga

Había escrito unas lineas cargadas de sarcasmo acerca del proyecto minero Conga, pero a la vista de las últimas noticias las reservaré para mejor oportunidad.
Hasta este momento se ha reportado cinco víctimas mortales entre los manifestantes, además de un número de heridos no precisado entre manifestantes y policías. Debo destacar que las heridas encontradas en los muertos fueron producidas por armas de fuego disparadas por la policía, aunque el gobierno a través de sus voceros haya dicho lo contrario amparándose en una supuesta orden de "no realizar disparos".
Una congresista del partido gobernante notició del secuestro de  unos quince policías por parte de los manifestantes, noticia no tardada en ser desmentida por el propio régimen de turno.
Se puede decir mucho, escribir otro tanto y parlotear harto, pero la gravedad  de la situación requiere fijar posiciones y es mi propósito hacerlo.
Por un lado está el gobierno de turno que lejos de cumplir sus promesas al respecto, intenta consumar el trato con la compañía minera en Conga. Por el otro, los pobladores cajamarquinos abiertamente opuestos al proyecto. Desde la comodidad de mi querida Lima, desde la serenidad que me otorga el leer una revista en una banca del parque central de Miraflores, desde el  "relax" proporcionado por un exquisito café en el "Haití", podría hacer coro con los que denostan las manifestaciones tildándolas de subersivas o poniéndoles tinte rojo en clara referencia a supuesto intervencionismo de movimientos terroristas como el malhado "Sendero Luminoso" aun existente y vivo; podría hacer coro con las plañideras de turno que llaman a la tranquilidad y a la paz, aunque esa paz signifique para los cajamarquinos claudicar a sus derechos de no ser contaminados y de lograr el respeto y la intangibilidad de sus lagunas. Pero desde mi cómoda Lima no haré eso.
La respuesta de un gobierno tiránico o estúpido ante las manifestaciones populares que contravienen sus intenciones es declarar el estado de emergencia en la región con la consecuente suspensión de garantías constitucionales, es enviar las fuerzas del orden que supuestamente deben proteger a los ciudadanos a hacer exactamente lo contrario: reprimirlos a balazos, es satanizar a los líderes del movimiento, es poner en funcionamiento toda la maquinaria propagandista que tienen en sus medios de comunicación, es en resumen, hacer todo lo posible para el beneficio de unos pocos aunque deba desmadrarse a las mayorías. Pero a  eso le llaman "Democracia" o "Respetar el orden establecido", orden establecido por ellos naturalmente. Yo a eso le llamo simplemente Terrorismo. Terrorismo es no cumplir  los compromisos con un pueblo harto de lo mismo; Terrorismo es burlarse de las esperanzas populares anhelosas de una "gran transformación" ; Terrorismo es zurrarse en el medio ambiente para conseguir la riqueza fácil; Terrorismo es degradar a la policía y al ejército en meros perros guardianes de intereses particulares; Terrorismo es viajar como presidente de una nación  a Europa por cuatro días para dar un discurso de solo quince minutos ante empresarios y políticos europeos dejándolos a punto de verborrea, terriblemente confundidos; Terrorismo es pactar con el infame y asesinar al inocente. Por lo tanto, si cabe el adjetivo de "terrorismo" en el presente caso, le cabe como saco a la medida al régimen que hoy ostenta el poder. Terroristas ellos que ya fijaron su posición hace mucho. ¿Es un crimen luchar por agua, por conservar el eco sistema, por tener opinión propia y negarse a ser nunca más un redil de borregos solo apto para las promesas electoreras y para estampar la pata en la cédula de sufragio cada cinco años? ¡No!                                                                                                                                                                    Es por cierto temible la violencia que se desata y la cólera de un pueblo que herido en masa, hiere en masa también, pero es más temible el silencio, la indiferencia, el conformismo, la apatía, el desinterés por lo que realmente importa, la resignación ovejuna, en suma, todo aquello a lo que fue costumbre   en el pueblo peruano y alimentado por sus gobernantes de turno. Así como el niño debe caerse para aprender a caminar, un pueblo debe levantarse para que se respete su dignidad.
En Cajamarca van cinco los muertos hasta el momento; ¿Cuántos más desea usted, señor "presidente"?

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