Translate

jueves, 5 de julio de 2012

Ignorantes y felices

No hace muchas semanas atrás el semanario dirigido con acierto por el señor César Hildebrandt, "Hildebrandt en sus trece", publicó una nota titulada "Ignorantes y felices".  Este interesante reportaje puso en evidencia algunas verdades.
La periodista María del Carmen Yrigoyen realizó cuatro preguntas de conocimiento básico a estudiantes del nivel secundario de diferentes colegios de Lima:
1)¿De las "Tradiciones Peruanas" de Ricardo Palma cuál ha sido la que más te ha gustado?
2)¿Crees que el libro "Los Heraldos Negros" es racista?
3)¿Recuerdas quién escribió "Conversación en la Catedral"?
4)¿Qué sentiste cuando, al principio del "Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha", Sancho Panza se vuelve loco de tanto leer libros de caballería?

De estas cuatro preguntas solo la segunda y la cuarta merecen ser catalogadas como "capciosas".
El resultado del cuestionario fue devastador pues de 44 alumnos solo una estudiante pudo contestar con acierto.
Diversas opiniones se alzaron en torno al reportaje en la página oficial del semanario, desde aquellas que criticaban el formulario de las preguntas hasta los que sentían vergüenza ajena por el poco nivel académico mostrado por la juventud.
Mi hermano que al igual que yo es  maestro de nivel secundario pero en ejercicio, tuvo la idea de hacer las mismas preguntas a sus alumnos: sus resultados fueron de lejos mucho mejores a los obtenidos por la señora Yrigoyen pues de un total de 73 alumnos, 54 contestaron acertadamente las cuatro preguntas mientras que  los 19 restantes  contestaron entre dos y tres preguntas correctamente. Ninguno falló el cuestionario en sus cuatro interrogantes.
Más allá de tener buenos o malos profesores, de seguir el plan de estudios  escolar vigente (que es un adefesio) o mejorarla  motu proprio, o del colegio donde se estudia, está el deseo y compromiso del  estudiante de aprender cualquiera sea su nivel académico. Desde luego que la sociedad influye y si no hay un buen nivel educativo en casa y en el colegio, poco se puede esperar  de ellos. Pero hay algo que diferencia a unos de otros: el deseo de avanzar, de ser un poco mejor cada día, de aprender algo nuevo y es justamente ese sentimiento el que ha hecho al ser humano lograr  asombrosos resultados en diferentes campos de la vida. Muchos de los alumnos del colegio de mi hermano proceden de hogares destruidos o de bajísimo nivel cultural. Entonces en ellos está primando el deseo de ser mejores y es digno de elogio. Pero ¿podemos tomar como referencia aquel resultado como una norma para saber qué tan en serio toman o valoran sus estudios la juventud actual? No. Por lo menos en un gran porcentaje nacional.
Regresando  a las opiniones vertidas en la página del semanario, algunos disculparon la ignorancia de los entrevistados en la manera como se realizó el cuestionario, otros opinaron que los alumnos si sabían las respuestas pero que estaban bromeando y  otros culparon a los profesores. Puede sorprender a quienes no sean docentes que un estudiante que no sabe una respuesta o la conteste mal, se ría luego, como si fuera digno de risa el ignorar algo y, convengo en que dicha reacción es propia de los estúpidos e idiotas  quienes por sus incapacidades mentales no pueden responsabilizarse de sus reacciones, pero créanme, este fenómeno se produce y va en aumento. No es raro para los profesores observar a sus alumnos reírse o sonreír por haberse equivocado en algo, haciendo de esto una conducta habitual. A esa reacción debe el título el reportaje, encabezado que utilizo yo también en este artículo. La estupidez está creciendo y podría con cinismo excusarla diciendo: "a gobernantes estúpidos, gobernados estúpidos", pero prefiero no excusar ese comportamiento extraño pero real y lo llamo simplemente como es: una sinvergüencería. El problema no está en ser ignorante, sino en saberse ignorante y no hacer nada para dejar de serlo.A nadie se podrá culpar si aprendimos mal o no nos dimos el tiempo para corregir nuestros errores y nuestras deficiencias. Insisto en lo que siempre les he dicho a muchos jóvenes: el lugar donde estudian puede ser bueno o malo, pero son ustedes los que al final decidirán cómo y cuánto aprender. No soy optimista, pero por experiencia me atrevo a pensar desde mi posición que la juventud de este país no es estúpida de nacimiento, sino que la están volviendo estúpida, y eso, no tiene perdón; que la están volviendo sinvergüenza, y eso, no tiene perdón.
¿Qué debe hacerse para cambiar esa realidad? Nada cabe esperar de nuestras gobernantes, pues ellos son los mentores de esta debacle cultural. Nos toca a nosotros, los ciudadanos libres, que no tenemos miedo y no hablamos a media voz, despertar las conciencias jóvenes de su letargo desde el lugar donde estemos; si somos padres, pues desde  la casa; si somos maestros, entonces desde las aulas, cualquiera sea nuestra ocupación, desde cualquier lugar, aun en la calle si es preciso pues no debemos ser adultos indiferentes ante la destrucción moral de nuestros adolescentes. Nuestros jóvenes están dormidos; ¡Despertémoslos! ¿O es que acaso también nosotros estamos dormidos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario